19_ Perder. Siempre te toca perder.

No lo vas a lograr, hijo de puta!

Lo tomé entre mis manos y comencé a golpearlo. No podía parar, mis golpes eran certeros, fuertes, letales. Estaba loco, lo quería moler, romper, destruir, matar. Sólo me detuve cuando mis manos empezaron a sangrar. Tenía un dolor increíble en mis nudillos. La sangre brotaba por mis dedos sin parar. Lo miré mientras yacía tirado en el suelo y lo vi deshecho, desarmado, su piel blanca ya no estaba, y su interior estaba diseminado por todo el piso. Lo pisé.

Te dije que no lo ibas a lograr hijo de puta.

Gritaba como loco, desaforado. Las cuatro paredes de mi cuarto eran testigos de mi desquicia. Era un ganador. Un ganador que no tenía con quien compartir esa victoria, que buscaba a alguien para abrazarse y no encontraba a nadie. Estaba solo. No importaba.

No te la puedo creer! Otra vez, vos!!!!

Se pegó a mis manos. Volvió al ataque… Mientras luchaba, seguía viendo la piel blanca y sus partes desgarradas contra el suelo... entonces me preguntaba: qué pasaba?… era otro, otro hijo de puta… Esta vez, la lucha fue mas intensa, pero tuvo el mismo final. Gritando, lo desgarré…. Se mezclaron. Ya eran dos, tirados, irreconocibles uno de otro. Sentí ganas de escupirlos, pero no me animé. Me quedé parado contemplando la escena.

Habían pasado unos diez minutos, cuando de repente lo sentí otra vez….

Basta hijo de puta, basta!!!!! NO puedo mas!!!

Esta vez, la lucha fue sin cuartel, enajenado, fuera de mi, lo destruí sin dudar. Pero no quise despedazarlo, lo tomé de su piel pálida y lo prendí fuego.

Podría seguir relatando, las tremendas batallas que tuve ese día. Fueron casi 20. Pero no llegaron a serlo… Alrededor de la decimoquinta batalla mi cuerpo dijo basta. Mi locura se hizo realidad y había devorado mi euforia. La lucha era desigual, y él lo sabía.

Mi cuarto era un desastre, sucio, pieles blancas tiradas, partículas esparcidas por donde mires. Yo no estaba en mejor estado que mis cuatro paredes. Mi pelo revuelto, mi cuerpo transpiraba, mi ansiedad me devoraba. La imagen, del todo, era patética. Catorce batallas en un día, habían sido devastadoras. La quince me pudo.

Fue ahí, cuando lo tomé, lo acaricié, le di unos golpecitos amistosos, me senté en la mugre del piso, y lo volví a prender fuego. Pero esta vez, lo llevé a la boca y encendido como estaba lo besé. Mi beso, mi aliento, lo encendió mas aún, pude ver como se ruborizaban sus extremidades, se convertían en un rojo fuego. Retiré mis labios, y tragué su ser.


Cuando, lo respiré, y lo sentí dentro de mí, tuve una sensación de placer incomparable… Lo volví a besar, con mas fuerza, lo sentí cerca mío, y me extasié…
Pero el tercer beso, me revolvió el estomago. No porque él me hubiese hecho daño (aunque sabía que él era lo peor que me estaba pasando en la vida)…. Me revolvió el estomago el verme, no en un espejo… sino que fue como si una parte de mi ser se hubiera desprendido de mi cuerpo, y de forma tridimensional, me observé. Estaba tirado en una esquina de mi cuarto, con cigarrillos deshechos a mi alrededor, sucio…. y fumando otra vez.


Volví en mi, mi ser se completó y lo observé.


Me puse a llorar. Pensando en lo poco que soy... quise justificarme, y comencé a hablar solo: es, es, es, es... mil "es" dije. Mil justificaciones que no justifican mi fraude hacia los que amo. No es un "es": Fue defraudarme. 


Me sentí miserable, pero seguí mi acto de pasión.


Finalmente acabé. Extasiado.


Lo apagué en el piso. Me recosté en el suelo. Lo miré, y encendí otro cigarrillo para que me ayude a dormir.


Estaba cansado. Ya eran demasiadas batallas sin ganar.


Hasta mañana.


no importa quien soy.

http://comosevivelavida.blogspot.com/2009/07/9-el-cigarrillo.html