54_ Ella

La conocí cuando era joven. Ese primer día, en el que me la presentaron, timidamente la toqué por primera vez. Su piel, bronceada al extremo, extasió mis sentidos cuando la arrimé a mi cuerpo. Me enamoré. 
Como ocurre siempre cuando algo es nuevo y uno es demasiado joven e inexperto, mi ansiedad por querer estar siempre con ella me llevó a cometer errores estúpidos, incluso a maltratarla. No me daba cuenta que era preciada, que era sencillamente hermosa, hasta que los meses del almanaque fueron pasando, y comencé a tratarla como se lo merecía.

Además me animé a tocarla, a agarrarla con fuerzas sin permitir que los demás me la arrebaten.

Sólo la dejaba ir para que vuelva a mis manos, en menos tiempo del que sale la primer lágrima de un adolescente que acaba de ser dejado por su amada. Otras veces, la dejaba escapar, con el solo fin  de que pueda cumplir su objetivo: volar a su red, su verdadera propietaria, la verdadera razón de su existir. En esa red hermosa, que algún iluso tejió alguna vez, pensando que la podría contener eternamente. Y no me ponía celoso, me encantaba verla tocarse con ese elemento extraño que no soy yo. Lo gozaba. Lo gozo.

Entiendo que ella no es mía. Que sólo está conmigo de forma circunstancial como está con todos, porque la muy zorra (si, porque a veces siento que la debo llamar así) juguetea conmigo y con otros. Se deja tocar por todos. Su cuerpo es objeto del deseo de varios. Las manos de muchos la recorren, y la acarician. Y ella se deja tocar y acariciar. Cuando vuelve a mí, no hay reproches. Lo entiendo. Es parte del juego.

Muchos, no entienden cómo puedo amarla. Lo que pasa es que ellos no ven lo que yo veo en ella. En ella, veo el movimiento perfecto que no tengo. Además me veo libre, me siento feliz. En ella, hay pasión, hay sentimiento. En ella me reflejo y dejo de ser yo, para pasar los límites de la persona y volverme un ser irreal, posesionado por su color y calor.

Ella, me deja ser. Ella hace que olvide, al menos por algunos minutos, las penurias cotidianas, las sombras que me siguen, las miserias propias, las miserias ajenas y los tsunamis internos que muchas veces tienden a desmoronarme.

Ella, está con todos, pero me es incondicional.

Ella.

no importa quien soy