67_ El día que, en sueños, me encontré a Soriano.

Hola. Cómo te va?
Me desperté y frente a mi estaba él: Osvaldo Soriano, quien repitió; Hola. Cómo te va?
Estoy muerto; grité desesperado viendo que me encontraba rodeado de una luz blanca brillante sólo cubierta en parte por la inmensa figura de Soriano.
No, no estás muerto; dijo Soriano. Estás dormido, estás soñando. Estás soñando conmigo; completó. Pero si me acabo de despertar; dije sin entender lo que pasaba. Te acabás de despertar en el sueño, pero en la realidad ahora estás durmiendo. Quedate tranquilo que por ahora estás vivo.Las palabras de Soriano me tranquilizaron.
De repente la escena se transformó en un bar hermoso, antiguo, llenó de gente. En el bar se podía fumar. Soriano prendió uno y me convidó. Prendí el pucho y me quedé contemplando la imagen del escritor argentino. Soriano pidió un café, yo pedí un cortado y me dijo; Qué mirás con esa cara?; Nada, que para ser un sueño, es demasiado real, creo que hasta puedo tocarte; Soriano se recostó en su silla y me dijo; Prefiero que charlemos antes que comiences a tocarme. Me hizo reir, me relajé y me prendí otro pucho, ya que el primero se desvaneció entre mis dedos.

Así que sos escritor; me dijo Soriano dándole un sonoro sorbo a su café. Me sonrojé. Le dije; No Gordo, puedo llamarte Gordo?; Soriano asintió, y yo continué; No soy escritor, mirá si justo frente a vos voy a decir que soy escritor, sería un insulto; Insultó sería si me mandarás a la concha de la lora; me interrumpió el gordo, para continuar diciendo; Estuve leyendo lo que escribís, pero no creas que me fije en vos por algo en especial, sino que tengo las bolas infladas de no hacer nada allá arriba… Algunas cosas me gustan; En serio Osvaldo? le pregunté entusiasmado. Claro; me dijo él mientras pedía otro café. Querés que te de una mano para publicarlas?; Me emocioné. Casi me levanto de la mesa y lo abrazo pero me contuve respondiendo un tímido "SI". Acto seguido el Gordo se sacó su mano derecha y me la entregó. No me pareció gracioso.
Me dijo; Reite! Si querés que te publiquen, empezá a escribir en serio y dejate de joder… cortala con ese laburo de mierda, encerrate con tu computadora y empezá a escribir. Claro, y las cuentas las pagás vos; le contesté alzando mi voz. Mirá, no pasa por como pagar las cuentas la vida, sino que la vida pasa por otro lugar: La vida pasa por ser feliz, por disfrutar los momentos de felicidad y a vos escribir te hace feliz. De que te sirve pagar las cuentas sino podés ponerte a escribir que es lo que a vos te da placer? De que te sirve trabajar desde las ocho y media de la mañana, hasta las nueve de la noche, para llegar a tu casa destruido y no poder tipear en una Olivetti todo lo que se te ocurrió durante el día?; Gordo, esto es un sueño, y debe ser por eso que decís semejante pavada y no me cago de risa; le contesté esquivando su mirada y llamando al mozo haciéndole una seña para que me traiga otro cortado. Me trajo un submarino. No dije nada, puse la barra de chocolate en la leche y comencé a revolver.

Soriano me miró. Me dijo que era una pena que no escriba, me dijo que seguramente mis escritos nunca llegarían a nada, nunca serían publicadas, pero al menos habría hecho lo que me gustaba.

Yo lo miré a Soriano, y le dije que una persona especial en mi vida me acercó a él, que me dijo que debía leerlo, le dije que me devoraba sus libros, que los marcaba buscando frases geniales, que me hubiese gustado conocerlo en vida para estrecharle la mano y agradecerle. Agradecerle los momentos de felicidad que pasé cuando me metía en sus historias, y mas feliz era cuando en sus historias lo encontraba a él.

Soriano me dijo; Escribí. No importa si lo haces bien o mal, pero es lo que te gusta. Así que escribí. Dejá volar tu imaginación. Lo miré al Gordo. Se paró. Me dijo que era hora que me despierte.
Le pedí que no se vaya, que se quede y que me cuente como hizo para plasmar tan geniales ideas en un papel. Pareció no escucharme, empezó a caminar y un gato negro se unió a él. Prendió otro cigarrillo. No lo vi más.

Sonó el despertador y me levanté. Me fui a trabajar, pero con ganas de escribir otra vez.

Saqué el libro de Mankell que estaba leyendo de mi mochila, y puse Cuarteles de Invierno, del Gordo Soriano. Lo iba a leer otra vez.

Gracias Gordo.

no importa quien soy